Durante el siglo xx, el desarrollo industrial favoreció el crecimiento económico de algunos países. Como consecuencia, se vio comprometida la integridad ambiental del planeta por la cantidad de contaminantes emitidos. Debido a esta situación, hubo iniciativas de organismos internacionales, como la ONU, para atender las necesidades.
En la Conferencia de Belgrado, organizada por la UNESCO en 1975, se aprobó la Carta de Belgrado, documento donde se destaca que la educación ambiental debe ser participativa y dirigida también al sector industrial para adoptar una “nueva ética del desarrollo” y un “nuevo orden económico mundial”. Este documento plantea que “el objetivo de la educación relativa al medio ambiente, consiste en formar a escala mundial una población consciente y preocupada por el medio y los problemas al referidos, ya que gracias a su conocimiento, competencia, estado de espíritu, motivación y sentido del compromiso, está en condiciones de contribuir, individual y colectivamente, a la resolución de los problemas actuales y a evitar que se planteen otros en el futuro”.
En Rio de Janeiro, en 1992, se llevó a cabo la Cumbre de la Tierra y se elaboró un documento llamado Agenda 21, que dice sobre la educación ambiental: “Se hace constancia de la necesidad de sensibilizar al público en general sobre los problemas del medio ambiente y su vinculación con el desarrollo, paso previo para fomentar la responsabilidad de las personas y hacerlas participes de posibles soluciones”.
Teniendo estos antecedentes, podemos decir que la educación ambiental es la forma de concientizar y sensibilizar a la sociedad de los problemas ambientales generados en nombre del desarrollo y de los hábitos negativos de la misma población, con el fin de comprometerse a contribuir individual o colectivamente en las acciones de solución a la problemática ambiental.
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